Tema 1 Introducción

El alcance del problema 

Los trastornos de salud mental en niños y adolescentes son una preocupación importante. Son más comunes de lo que pensaríamos, ya que estudios epidemiológicos muestran que, por ejemplo, hasta el 13% de los adolescentes de 12 a 17 años en los EE.UU. padecen la depresión, el 9,4% de los niños de 3 a 17 años tienen el TDAH (Monaco, 2021), y el 6,5% de los niños y adolescentes padecen trastornos de ansiedad (Creswell et al., 2020). Alrededor del 50% de las condiciones de salud mental comienzan antes de los 14 años y alrededor del 75% de ellas comienzan antes de los 18 años (Aguirre Velasco et al., 2020). La prevalencia de los trastornos de salud mental más comunes en los jóvenes ha ido en aumento durante las últimas décadas (Mónaco, 2021).

Detección temprana de los síntomas de los trastornos de salud mental en niños y adolescentes es crucial, ya que afectan negativamente sus actividades académicas, profesionales y sociales, así como su calidad de vida (Fusar-Poli, 2019) y tienen un impacto negativo a largo plazo en su edad adulta (Kowadenko & Culjak, 2018).

¿Como pueden ayudar los maestros?

Sin embargo, se estima que alrededor del 75 % de los adolescentes con problemas de salud mental no reciben tratamiento (Children Comisionados, 2016). Esto se debe a menudo a que los niños y adolescentes son reacios a buscar ayuda (Divin et al., 2018), pero también a que no pueden reconocer sus problemas por sí mismos. Los maestros y otros educadores pueden identificar los síntomas de salud mental en niños y adolescentes y alentarlos a buscar ayuda. Para que tengan éxito en esto, es necesario aumentar su alfabetización en salud mental.

Los estudios muestran que los maestros pueden ser sólidos en el reconocimiento de problemas externalizantes, pero tienen problemas para detectar problemas internalizantes. A menudo ven a sus alumnos como sanos y subestiman sus problemas (Undheim et al., 2016). Algunos estudios muestran que los maestros, después de una pequeña capacitación, pueden ser bastante precisos en la detección de dificultades psicológicas en los niños, incluso en el caso de síntomas internalizantes (Van den Broek et al., 2021).