Tema 2 Signos básicos para detectar trastornos internalizantes y externalizantes en niños y adolescentes

Como ya se indicó en la Unidad 1, las dificultades de salud mental en los niños y adolescentes se pueden clasificar en dos grandes categorías: internalizantes y externalizantes. 

Los trastornos mentales internalizantes más comunes en niños y adolescentes son los trastornos del estado de ánimo (p. ej., la depresión), trastornos de ansiedad y trastornos relacionados con el estrés (Elia, 2021). Los trastornos externalizates más comunes son el Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), el trastorno de la conducta y el trastorno negativista desafiante.

Recognizing depression:

Most significant mood disorder in children and adolescents is depression. Depression was present within a one-year interval in around 13% of US adolescents (Monaco, 2021). In children, the prevalence was lower, around 2% (Abela and Hankin, 2009).

Source: a photo by K. Mitch Hodge on Unsplash
According to DSM-5 (APA, 2013), depression can be manifested by the following symptoms:
1. Depressed mood, most of the days and nearly every day.
6. Fatigue or loss of energy nearly every day.
2. Markedly diminished interest or pleasure in all, or almost all, activities most of the day nearly every day.
7. Feelings of worthlessness or excessive and inappropriate guilt.
3. Significant weight loss or weight gain (in children, this can be a failure to make the expected weight gain).
8. Diminished ability to think or concentrate or indecisiveness, nearly every day.
4. Cannot sleep or sleeps too much nearly every day.
9. Recurrent thoughts of death and suicidal ideation or attempting suicide.
5. Psychomotor agitation (e.g., pacing, hand-wringing or inability to sit still) or psychomotor retardation (slowing down mental and physical activities).
source: https://www.facebook.com/RealDepressionProject/posts/the-9-symptoms-of-depressionthe-depression-project/2606414916244707/ Black boxes with symptoms are editable for translation

El trastorno del estado de ánimo más significativo en niños y adolescentes es la depresión. La depresión estuvo presente en un intervalo de un año en alrededor del 13 % de los adolescentes estadounidenses (Monaco, 2021). En niños, la prevalencia fue menor, en torno al 2% (Abela y Hankin, 2009).

Fuente: foto de K. Mitch Hodge en Unsplash

Según el DSM-5 (APA, 2013), la depresión puede manifestarse por los siguientes síntomas:

1. Estado de ánimo deprimido la mayor parte de los días y casi todos los días

6. Fatiga o pérdida de energía casi todos los días

2. Interés o disfrute notablemente disminuido en todas, o casi todas las actividades la mayor parte del día, casi todos los días

7. Sentimientos de inutilidad o culpa excesiva e inapropiada

3. Pérdida o aumento de peso significativo (en los niños, esto puede ser un fracaso para lograr el aumento de peso esperado)

8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse o indecisión, casi todos los días

4. Incapacidad de dormir o sueño prolongado (dormir demasiado) casi todos los días

9. Pensamientos recurrentes de muerte, la ideación suicida o intento de suicidio

5. Agitación psicomotora (p. ej., caminar de un lado a otro, retorcerse las manos o incapacidad para quedarse quieto) o retraso psicomotor (ralentización de las actividades mentales y físicas)

 
Fuente original: https://www.facebook.com/RealDepressionProject/posts/the-9-symptoms-of-depressionthe-depression-project/2606414916244707/

Para ser diagnosticado con depresión mayor, se tienen que reportar 5 de 9 síntomas durante un período de 2 semanas; sin embargo, menos síntomas también pueden indicar una depresión, si una persona tiene problemas en su funcionamiento académico, social y de otro tipo (Martin et al. , 2017). Los síntomas más importantes son: 1. estado de ánimo deprimido, 2. pérdida de interés o disfrute – al menos uno de estos síntomas debe estar presente para que a una persona se le diagnostique la depresión. En niños y adolescentes, el estado de ánimo deprimido también puede manifestarse como irritabilidad.

Además de los síntomas descritos, existen cambios emocionales y de comportamiento adicionales que pueden ayudarnos a identificar la depresión en niños y adolescentes (Mayo Clinic, n.d.). Los cambios emocionales adicionales pueden ser baja autoestima, fijación en los fracasos del pasado, sensibilidad extrema al rechazo o al fracaso y una sensación continua de que la vida y el futuro son sombríos y desalentadores.

Otros cambios de conducta pueden ser el (ab)uso de alcohol o drogas, quejas frecuentes de dolores de cabeza y de cuerpo inexplicables, aislamiento social, bajo rendimiento académico o ausencias frecuentes en la escuela, menos atención a la higiene personal o la apariencia.

Dado que el estado de ánimo deprimido es una de las características más importantes de la depresión, es importante diferenciarla de la tristeza. La tristeza puede ocurrir porque, por ejemplo, un miembro de la familia de un niño se enferma gravemente a causa de una enfermedad transmisible. La tristeza generalmente es causada por un desencadenante específico, y uno puede encontrar algo de alivio llorando, desahogándose o hablando de sus frustraciones (Fitzgerald, 2019).

La tristeza regular generalmente se desvanece con el tiempo. La depresión es una enfermedad mental a largo plazo que requiere tratamiento profesional con psicoterapia y medicación. En el caso de la depresión, la persona se siente triste o sin esperanza por todo. Es importante señalar que una persona puede estar triste por algo y deprimida en general al mismo tiempo, uno no excluye al otro.

Similar es la diferencia entre la depresión y el duelo (APA, 2013). Un niño puede pasar por un período de duelo si, por ejemplo, un miembro de su familia muere a causa de una emergencia de riesgo sanitario. En el caso del duelo, los sentimientos dominantes son el vacío y la pérdida, mientras que en el caso de la depresión es un estado de ánimo persistentemente deprimido y la incapacidad de sentir felicidad o placer.

Es probable que el duelo disminuya en intensidad durante días o semanas y ocurra en oleadas, que se denominan las «panzadas del duelo» (APA, 2013). Dichas panzadas tienden a estar relacionadas con los pensamientos o recuerdos del difunto. Aunque la persona en duelo está sufriendo, el dolor puede ir acompañado de emociones positivas y humor. Por el contrario, la depresión se caracteriza por una miseria e infelicidad generalizadas.

Las personas en duelo a menudo piensan en el difunto y lo recuerdan, pero en el caso de la depresión los pensamientos son autocríticos y pesimistas, y la persona se siente inútil. Si los pensamientos negativos sobre uno mismo están presentes en el duelo, es solo porque la persona piensa que de alguna manera le falló al difunto (por ejemplo, no lo visitó suficiente o no le dijo a la persona cuánto la amaba).

Los trastornos de ansiedad están presentes en alrededor del 3% de los niños de 6 años, el 5% de los chicos adolescentes y el 10% de las chicas adolescentes (Elia, 2021). Existen diferentes trastornos de ansiedad. El trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de pánico, el trastorno de ansiedad por separación, el trastorno de ansiedad social y las fobias específicas se encuentran entre los trastornos de ansiedad más comunes en niños y adolescentes (Creswell et al., 2020).

Si bien hay demasiados trastornos de ansiedad individuales para profundizar en los detalles, existen signos externos generales que podemos usar para detectar la ansiedad en niños y adolescentes (Servicio Nacional de Salud, n.d.). Puede que un niño o un adolescente tenga el trastorno de ansiedad si:

  • le resulta difícil concentrarse;
  • no duerme o se despierta por la noche con pesadillas;
  • no come bien;
  • se enfada o se irrita rápidamente y pierde el control durante los arrebatos; esto podría ser similar a la conducta negativista, pero puede ser la consecuencia de la ansiedad y desencadenar el mecanismo de lucha o huida (Boorady, n.d.);
  • está constantemente preocupado o tiene pensamientos negativos;
  • se siente tenso e inquieto, o usa el baño con frecuencia («No todo lo que lo parezca es el TDAH»);
  • llora constantemente (continuación en la siguiente diapositiva)
  • es encimoso y experimenta una fuerte ansiedad estando separado de la figura de apego principal (por ejemplo, la madre), está demasiado preocupado por perder la figura de apego principal ;
  • se queja de dolores de estómago o malestar;
  • experimenta ataques de pánico;
  • es extremadamente tímido y se retrae de situaciones nuevas o de personas;
  • siente una cantidad inapropiada de miedo cuando se expone a la observación y posible evaluación en diferentes situaciones sociales; tiene miedo de: hablar en público, exámenes orales, expresar su opinión frente a un grupo más grande de personas, hablar con sus compañeros, comer o jugar frente a otros niños.
Fuente de la imagen del medio: https://www.kqed.org/mindshift/54144/how-can-schools-help-kids-with-anxiety El resto de las diapositivas tienen contenido original.

Cierta cantidad de ansiedad es normal para todos los niños, pero se convierte en un problema cuando la ansiedad y el miedo no son proporcionales al nivel de amenaza y comienzan a interferir con la vida cotidiana de los niños. Los niños ansiosos pueden volverse retraídos e intentar por todos los medios evitar las cosas o situaciones que les causan ansiedad.

Los niños pueden tener ansiedades que desaparecerán por sí solas o con la ayuda de los padres; sin embargo, los trastornos de ansiedad tienen un impacto negativo grave en la calidad de vida y en el funcionamiento de los niños y adolescentes y deben ser tratados por profesionales (el Servicio Nacional de Salud, n.d.).

Se supone que los trastornos de ansiedad surgen de una combinación de factores: algunos niños nacen más ansiosos y menos capaces de lidiar con el estrés; algunos pueden adquirir la conducta al estar cerca de personas ansiosas y pueden volverse más propensos a desarrollar el trastorno al experimentar eventos estresantes, una parte de los cuales pueden estar relacionados con emergencias de salud mental (por ejemplo, mudarse de casa o de escuela con frecuencia, discusiones entre los padres, muerte de un pariente cercano, enfermad grave o lesiones, acoso escolar o exámenes en la escuela, abuso o negligencia).

Existen diferentes trastornos relacionados con los traumatismos y el estrés en niños y adolescentes (Children’s Hospital in Philadelphia, n.d.; APA, 2013). El trastorno por estrés postraumático, el trastorno por estrés agudo y el trastorno de adaptación son los más comunes.

Fuente: https://www.myamericannurse.com/children-and-post-traumatic-stress-disorder/

El trastorno de estrés postraumático (TEPT) se caracteriza por pensamientos y recuerdos persistentes, intrusivos y aterradores, visiones retrospectivas o sueños que presentan un evento o eventos traumáticos. Dichos eventos traumáticos deben ser extremos, por ejemplo, muerte real o amenaza, lesión grave o violencia sexual que le suceda a la persona o a un familiar cercano (en cuyo caso, la muerte o la lesión deben ser violentas o accidentales) o presenciar un evento traumático, tal como ocurrió a otros. Otros síntomas del TEPT incluyen:

evitación persistente de estímulos asociados con eventos traumáticos (recuerdos, pensamientos, personas, lugares, conversaciones)

– alteraciones en las cogniciones y el estado de ánimo asociadas con el evento traumático (culparse, permanecer en un estado emocional negativo, estar menos interesado en participar en actividades significativas, tener menos capacidad para experimentar emociones positivas)

– alteraciones en la excitación y reactividad asociadas a los eventos traumáticos, tales como arrebatos de ira, comportamiento imprudente o autodestructivo, hipervigilancia, problemas de concentración y trastornos del sueño.

El trastorno de estrés agudo tiene síntomas similares al TEPT, pero ocurre dentro del primer mes después de la exposición al trauma. Con tratamiento oportuno y apoyo social, se puede prevenir su progresión al TEPT.

El trastorno de adaptación supone el desarrollo de reacciones emocionales y conductuales no saludables en respuesta a un factor estresante identificable, que se manifiesta dentro de los 3 meses posteriores a su inicio. Los niños y adolescentes afectados pueden mostrar un estado de ánimo deprimido o nerviosismo, o pueden comportarse de manera que violan los derechos de los demás.

Los trastornos relacionados con traumas y el estrés pueden ser especialmente relevantes en el contexto de las emergencias sanitarias. Una revisión de estudios (Loades et al., 2021) encontró que el autoaislamiento en el contexto de diferentes infecciones en niños conlleva un riesgo de desarrollo del trastorno por estrés agudo, el trastorno de adaptación o, incluso, el trastorno por estrés postraumático.

Los trastornos externalizantes, también conocidos como los trastornos de la conducta o trastornos de la conducta externalizados, incluyen el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno de la conducta (CD) y el trastorno negativista desafiante (TND) (Samek y Hicks, 2014). Debido a que sus síntomas son más visibles, los maestros suelen notarlos con más frecuencia que los trastornos internalizantes, como la depresión y la ansiedad (Undheim et al., 2016).

Fuente: https://www.goodtherapy.org/dbimages/8d51x7c4jw.jpg

El TDAH tiene tres subtipos principales, el tipo inatento, el tipo hiperactivo-impulsivo y el tipo combinado, que es una combinación de los dos tipos anteriores (APA, 2013; Leonard, 2021).

Un niño con TDAH de tipo inatento puede:

  • tener dificultad para prestar atención;
  • distraerse fácilmente;
  • tener dificultad para concentrarse en las tareas, por ejemplo, tareas más largas, como leer;
  • comenzar tareas, pero olvidar terminarlas;
  • parecer no escuchar las instrucciones o olvidarlas.

Un niño con TDAH de tipo hiperactivo-impulsivo puede:

  • tener dificultad para permanecer sentado;
  • inquietarse mucho, golpeando las manos, los pies o moviéndose en el asiento;
  • correr o trepar cosas cuando no es apropiado;
  • interrumpir con frecuencia conversaciones o juegos;
  • tener dificultad para esperar su turno;
  • tener dificultad para hablar o jugar en voz baja.

El trastorno negativista desafiante generalmente aparece por primera vez durante los años preescolares y rara vez después de la adolescencia temprana. Su prevalencia ronda el 3,3% (APA, 2013). Sus características son:

  • estado de ánimo enfadado e irritable, en el sentido de que el niño a menudo pierde la calma, es quisquilloso o se enfada fácilmente o a menudo está enfadado y resentido;
  • conducta desafiante, en el sentido de que el niño a menudo discute con los adultos, a menudo desafía activamente o se niega a cumplir con las solicitudes de los adultos o con las reglas, a menudo deliberadamente molesta a los demás o a menudo culpa a los demás por sus errores o mala conducta;
  • vengatividad, en el sentido de que el niño ha sido rencoroso o vengativo al menos dos veces durante 6 meses.

Algunas de estas conductas son normales en niños, pero si ocurren con más frecuencia de la adecuada según las normas culturales y el nivel de desarrollo del niño, pueden indicar un trastorno.

Algunos niños y adolescentes con síntomas del trastorno negativista desafiante eventualmente desarrollan el trastorno de la conducta. La prevalencia media de un año del trastorno de la conducta es del 4 % (APA, 2013).

Los niños y adolescentes con el trastorno de la conducta violan las normas sociales básicas y los derechos de los demás. Dichas conductas son mucho más graves que los del trastorno negativista desafiante.

Los síntomas del trastorno de la conducta pueden incluir:

  • agresión, que puede resultar en peleas físicas, acoso, amenazas e intimidación de los demás, robos a las víctimas, uso de un arma (por ejemplo, una botella rota, un cuchillo) o crueldad física con las personas y los animales, así como actividades sexuales forzadas;
  • destrucción de bienes, como incendiar o dañar pertenencias personales;
  • engaño o robo, por ejemplo, robar artículos de valor no trivial, mentir para obtener bienes y servicios;
  • violación significativa de las reglas, como no ir a la escuela, huir de casa o permanecer fuera a pesar de las prohibiciones de los padres.

Los niños y adolescentes con el trastorno de la conducta pueden tener dificultades para sentir la empatía, o pueden padecer otra condición, como la ansiedad o el TDAH (APA, 2013). Pueden interpretar falsamente las intenciones de otras personas como maliciosas (Ogundele, 2018).

Al igual que otros trastornos, el trastorno de la conducta provoca un deterioro significativo en el funcionamiento social, académico o laboral. Específicamente, estos niños y adolescentes en ocasiones son suspendidos o expulsados ​​de la escuela, inician temprano consumir sustancias, cometen actos imprudentes, y pueden entrar en contacto con el sistema judicial.

Se ha teorizado que el trastorno negativista desafiante y el trastorno de la conducta son causados ​​por la combinación de un carácter infantil difícil y prácticas de crianza ineficaces, lo que lleva a los niños a interactuar con los padres de manera agresiva y desafiante. Dicha estrategia agresiva conduce a conflictos entre hermanos, rechazo por parte de compañeros prosociales y reveses académicos en la primera infancia. Luego, los niños se asocian con otros compañeros desviados, lo que refuerza su conducta y actitudes antisociales durante la adolescencia (Samek y Hicks, 2014).

Al final, debe señalarse que, en los trastornos internalizantes, la comorbilidad (es decir, la coexistencia de los trastornos) es más una regla que una excepción. Por ejemplo, tener un trastorno de ansiedad puede conducir a la depresión. Asimismo, tener el TDAH puede conducir a la depresión, así como tener el trastorno negativista desafiante o el trastorno de la conducta (Martin et al., 2017).